26.8.05

La llamada de Cthulhu

No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspetivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas. (...)

Siempre he creído que los libros de fantasía y ciencia ficción tienen una función importantísima; mantener viva nuestra imaginación y creatividad. Las novelas no-fantásticas nos ponen en situaciones verosímiles o fáciles de imaginar, pero luego existe un universo de historias llenas de vampiros, elfos, mutantes y otras criaturas fantásticas que activan aquél resorte que todos tenemos y que dá rienda suelta a la fantasía, a la valentía y a los temores más íntimos del niño que cada uno llevamos dentro.
Dentro del mundo de la fantasía acostumbra a tener más éxito lo más oscuro, siniestro, misterioso y, sobretodo, lo más malo y lo más poderoso (cabría preguntarse por qué) y, sinceramente, si releo los adjetivos de la frase anterior, lo primero que viene a mi mente es "Lovecraft".
Este autor ha sido capaz de crear una mitología que puede poner los pelos de punta aún tanto tiempo después de haber sido escrita, creando leyendas que han calado en la sociedad de una manera asombrosa (la de gente que cree firmemente en la existencia del Necronomicón). Sus descripciones son increíblemente ricas, muy visuales, aunque deja mucha cancha a la imaginación del lector. Evidentemente, con tales características, en sus historias se ha basado uno de los más populares juegos de Rol del mundo. Los relatos de Lovecraft son una de mis llaves favoritas para refugiarme en un mundo imposible, que queda tan sólo al alcance de mi imaginación.

24.8.05

Cara a cara con la vida, la mente y el universo

(...)
Eugene Chudnovsky - (...) La manera más sencilla de imaginar un átomo es como electrones que giran alrededor de un núcleo, igual que los satélites giran alrededor de la Tierra. Los electrones tienen carga eléctrica negativa, es decir que repelen a otros electrones. Por tanto cuando nos estrechamos las manos o tocamos algo, los electrones de mi mano son repelidos por los electrones del otro cuerpo, y es por esta razón que mi mano no puede, realmente, atravesar tu cuerpo, porque se ve rechazada por los otros electrones.
Eduard Punset - De lo contrario se nos tragaría el suelo. (...)
E.Ch. - Es absolutamente correcto. Los electrones del suelo repelen los electrones de nuestros zapatos y por eso andamos, como has dicho, sobre una nuve de elctrones.
(...)


Eduard Punset debe ser una persona muy interesante. Después de conocer algo de su biografía y obra tengo la impresión de que es lo más parecido a un filántropo que ronda hoy en día por el mundo. Me resulta entrañable por su capacidad de parecer siempre sorprendido y fascinado ante todo, y por su curiosidad aparentemente inagotable. Debo confesarme adicta a Redes. "Cara a cara con la vida, la mente y el universo" era, pues, una apuesta segura. Mi gran alegría fué ir a buscarlo y encontrarlo agotado en varias librerías, hasta que pude hacerme con un ejemplar de la sexta edición. ¿No es maravilloso? ¡Un montón de gente leyendo un libro de divulgación científica!
Para una persona como yo, que ha descubierto una vocación tardía por las ciencias, es una interesantísima oportunidad de poder disfrutar con calma de la transcripción de algunas de las entrevistas más interesantes del programa Redes. En varios capítulos (con títulos de lo más sugerente) biólogos, físicos, psicólogos o antropólogos, dan unas pocas pero ricas pinceladas sobre distintas disciplinas, dilemas o certezas mientras conversan con Punset, prácticamente con la misma distensión y simpleza de palabras que dos conocidos charlando sobre la actualidad frente a un café.
Desde mi punto de vista es un libro ideal para picar la curiosidad de cualquier persona con inquietudes, a parte de haber significado un paso importante en la divulgación científica entre la gente de la calle (cosa que, en mi opinión, hace mucha falta).

22.8.05

Un viejo que leía historias de amor

(...)
Jose Antonio Bolívar sabía leer, pero no escribir.
A lo sumo, conseguía garrapatear su nombre cuando debía firmar algún papel oficial, por ejemplo en época de elecciones, pero como tales sucesos ocurrían muy esporádicamente casi lo había olvidado.
Leía muy lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.
Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano.
(...)


Nunca he sido muy amiga de sensiblería, pero de vez en cuando me derrito con pequeñas joyas como ésta. Es un libro casi cruelmente breve (la edición que yo he leído es del círculo de lectores y cuenta sólo con 151 páginas) que narra la historia de un hombre desde la perspectiva de su senectud en la selva ecuatoriana. Cuenta la historia desde el recuerdo dulce y nostálgico, con palabras de lo más común, pero deliberadamente elegidas y colocadas con mimo, con tanta naturalidad que a veces me he parado en medio de la naración para intentar averiguar si sería capaz de encontrar una palabra más adecuada para un determinado contexto. Creo que huelga decir que he sido totalmente incapaz de hacerlo. Supongo que esa cualidad puede deberse a que el autor, Luís Sepúlveda, es además un galardonado poeta.