22.8.05

Un viejo que leía historias de amor

(...)
Jose Antonio Bolívar sabía leer, pero no escribir.
A lo sumo, conseguía garrapatear su nombre cuando debía firmar algún papel oficial, por ejemplo en época de elecciones, pero como tales sucesos ocurrían muy esporádicamente casi lo había olvidado.
Leía muy lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas.
Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano.
(...)


Nunca he sido muy amiga de sensiblería, pero de vez en cuando me derrito con pequeñas joyas como ésta. Es un libro casi cruelmente breve (la edición que yo he leído es del círculo de lectores y cuenta sólo con 151 páginas) que narra la historia de un hombre desde la perspectiva de su senectud en la selva ecuatoriana. Cuenta la historia desde el recuerdo dulce y nostálgico, con palabras de lo más común, pero deliberadamente elegidas y colocadas con mimo, con tanta naturalidad que a veces me he parado en medio de la naración para intentar averiguar si sería capaz de encontrar una palabra más adecuada para un determinado contexto. Creo que huelga decir que he sido totalmente incapaz de hacerlo. Supongo que esa cualidad puede deberse a que el autor, Luís Sepúlveda, es además un galardonado poeta.

1 Comments:

At 1:13 a. m., Anonymous Anónimo said...

WOW! Leer es culturizarse, aprender cosas nuevas del mundo, malas o buenas quedan reflejados en el lector cada una de las palabras que pronuncia.
Me sorprende las palabras más exóticas que pueden existir, donde el que las copia sabe parte de la realidad y quien no le da la importancia que merecen cae en el error, en lo desprevisto y es un completo mediocre.
La literatura me llena, sirve para perder el aburrimiento especialmente de los días lluviosos.
Estudio medicina y cuando leo obras literarias me olvido de la profeción y me involucro en la fastuosidad, me dejo seducir de tal maravillosa y compleja escritura. Es entonces cuando me inspiro busco lápiz y papel, comienzo a imaginarme todo un mundo distinto, sin violencia ni pobreza, plasmo mis ideas en ese papel y cuando veo soy una escritora que ve en la ciencia la salvación de la humanidad.

 

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